5 cambios en nuestra alimentación bastarían para frenar el cambio climático
Cambiar la forma en la que la población mundial se alimenta, con más legumbres, frutas, verduras y frutos secos y con menos carne, podría evitar para 2050 una ingente cantidad de emisiones de efecto invernadero.
Para el año 2050, también se espera que en la Tierra habiten cerca de 10.000 millones de personas. Habida cuenta que cada año aumenta el consumo de carne en la población, un grupo de 37 expertos de 16 países asignados en la Comisión EAT-Lancet, especialistas en salud, nutrición, medio ambiente, economía y gobernanza, trabajan para encontrar la dieta ideal para salvaguardar el planeta.
El informe final, publicado en la revista científica The Lancet, advierte de la necesidad de una transformación en la alimentación y agricultura global para evitar futuras catástrofes humanitarias y medioambientales.
La agricultura, la silvicultura y otros tipos de uso de la tierra representan el 23% de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero. Si se incluyen en esta cuenta los gases generados durante el resto del proceso productivo (como el transporte necesario en su distribución), la cifra llega al 37%.
La dieta ideal para salvar el planeta
Las dietas habituales no son saludables desde el punto de vista nutricional y, además, contribuyen al cambio climático y a la erosión de la biodiversidad.
Como medida esencial para la transformación habitual de nuestra dieta, el informe sugiere una reducción drástica, en torno al 50%, del consumo de carne roja y azúcar, teniendo en cuenta las variaciones requeridas según el país, ya que el consumo de carne en Indonesia o África Occidental es mucho más reducido que, por ejemplo, en Norteamérica.
Por otra parte, indican que es necesario un aumento de más del 100% en el consumo de legumbres, frutas y verduras, así como nueces y aceites insaturados. No obstante, la dieta incluye una cantidad de baja a moderada de mariscos y aves de corral, y una ingesta muy reducida de carne roja, carne procesada, azúcar agregada, granos refinados y vegetales con almidón.
Desde los años 60, el consumo de aceites vegetales y carne se ha más que duplicado y la aportación de calorías en la dieta ha aumentado en aproximadamente un tercio. Por eso, cada vez son más los organismos mundiales y paneles de expertos que apuntan a que cambiar la forma en la que la población mundial se alimenta, con más legumbres, frutas, verduras y frutos secos y menos carne, es un pilar importante en la lucha contra el cambio climático.
No se trata de ser vegano o vegetariano, sino de que la carne que se consuma sea menor en cantidad y haya sido producida de forma sostenible. Algunas opciones dietéticas requieren más tierra y agua, y causan más emisiones de gases que atrapan el calor que otras.
Al llevar una dieta basada en vegetales y legumbres, se podrían liberar millones de kilómetros cuadrados que hoy están destinados a la ganadería intensiva y así evitar emitir para 2050 entre 0,7 y 8 gigatoneladas de CO2.
Comer mejor incluye reducir drásticamente el desperdicio alimentario
Comer mejor se complementa con despilfarrar menos alimentos, dado que se pierde o derrocha entre un 25 y un 30 % de la producción mundial, y ésta es responsable de un 10 % de las emisiones globales.
Este despilfarro se debe tanto a problemas de planificación en el cultivo, cosecha y distribución, algo habitual en países en desarrollo por inadecuadas infraestructuras, pero también en la mala organización en el extremo del consumidor de países ricos.
Con una población creciente a la que alimentar, la previsión es que las emisiones sigan aumentando. Además, solo la agricultura aglutina el 70% del uso mundial de agua dulce. Por eso, se destaca el potencial que tienen medidas como una mejor gestión de los fertilizantes y de los cultivos (con la introducción de variedades con mejoras genéticas para resistir el calor y la sequía, por ejemplo, o recurrir a la diversificación de cultivos) para luchar contra el cambio climático y sus efectos.